martes, 29 de octubre de 2013

FASCISMO, INMIGRACIÓN Y OTROS LAPSOS DEL MONTÓN

Dicen las encuestas que los franceses venderían un 25 % del alma de su República al Front National (FN), al precio de su sempiterna perorata xenófoba, populista y antieuropeísta. Y es que el partido de Marine Le Pen aparece ya como una alternativa de poder posible ante la pérdida de popularidad del gobierno del socialista Hollande.

En mi último post ya dejé constancia de lo alarmante que resultaba el ascenso de los partidos de ultraderecha en varios países de Europa. Por aquél entonces, me refería a aberraciones como los Auténticos Finlandeses, el Partido Popular Danés o el propio FN, pero de eso hace ya dos años. Hoy habría que sumar el Alba Dorada de Grecia, que ha sido protagonista de varios titulares durante este último año, y también la Union Pour un Movement Populaire (UMP), de Jean-François Copé.

Recientemente éste partido, fundado en 2002 por Jacques Chirac, ha ganado un pulso a la administración Hollande al colocar la Ley de Ciudadanía en el candelero político francés. Éste y, en general, la derecha política francesa, reclaman la restricción del derecho de ciudadanía mediante la abolición del ius solis, el derecho a ser considerado francés –o cualquier otra cosa –por haber nacido en el territorio del país. Los líderes de la UMP, todos ellos con aspecto de buenos gourmets a excepción Sarkozy, encabezados por Copé, quieren restringir el acceso a la ciudadanía francesa a aquellas personas nacidas en el País Galo de padres inmigrantes no regulares. Esta iniciativa está, de hecho, inspirada en el polémico caso de Leonarda Dibrani, una colegiala de quince años y etnia gitana que fue detenida durante una excursión escolar y deportada junto a su familia a Kosovo, su tierra de origen, de donde habían escapado hacía algunos años huyendo de la persecución racial. Toda la familia fue, en efecto, deportada a Kosovo a pesar de que la hermana pequeña de Leonarda, Medina, es nacida en Francia.

Las políticas contra la inmigración irregular se han vuelto cada vez más violentas en varios países europeos. En España y Gran Bretaña se han puesto recientemente en marcha políticas. En Londres, una nueva legislación obligará a médicos y banqueros a delatar a los indocumentados, como si de una caza de brujas se tratase. Ya conocemos cual es la cantinela que suena en nuestro país con respecto al derecho a la salud de los inmigrantes irregulares.

En los casos francés e inglés, el hostigamiento al que someten los partidos de ultraderecha, como el UKIP en Reino Unido, se encuentra detrás de la creación de un marco legal hostil para la inmigración irregular. Esta es una de las razones que en la reciente Cumbre Europea, los 28 ha alegado para retrasar hasta después de las elecciones al Parlamento Europeo una gestión conjunta de las sucesivas catástrofes humanas que se han vivido frente a las costas de los países del Sur, comenzando por las de Italia en Lampedusa, pero también las de Malta y España, con cientos de seres humanos procedentes del Cuerno de África, Siria y Palestina, entre ellos muchos niños, que huyen de la guerra y del hambre y acaban flotando, muertos, entre las frías aguas del Mediterráneo.

No es sorprendente que la UE no disponga, todavía, de una legislación comunitaria de fronteras. Es lógico pensar que el diseño del Espacio Schengen no estaba listo para afrontar las circunstancias que traería la inclusión de los países del Sur de Europa con respecto al tema de la inmigración. No obstante, considero que dejar sin tratar las lagunas legales existentes respecto al tema es un error, además de una falta de responsabilidad por parte de los 28. ¿No deberían los Jefes Estado y de Gobierno Europeos disponer de una ley que impidiera la llegada al poder de esas ideologías próximas al fascismo militante? En Grecia, por ejemplo, se está implementando una ley para cortar las subvenciones a partidos que se vean implicados en causas penales, lo cual se aplica directamente al movimiento ultraderechista Alba Dorada, pero no existe ninguna directriz europea de esa clase. O acaso éste no es un asunto que nos preocupe como Comunidad... de ser así, ¿es que hemos olvidado tan pronto las lecciones de los años 30 y 40? Recordemos que el mismísimo Adolf Hitler ascendió al Reichstag en unas votaciones de sufragio popular. Frente al continuo ascenso de ideologías como las de los Le Pen, los Copé, el UKIP y otros partidos euroescépticos, habrá que ver qué Europa nos dejan las próximas elecciones parlamentarias. Eso, si nos dejan alguna.


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